y eso, compañero,
no se perdona.
Cuéntales como me llamabas perra,
cuéntales como me humillabas.
Cuéntaselo.
Cuéntales del acoso,
del abuso.
Cuéntaselo.
Diles que soy la zorra que
pintaste en tu cabeza.
Y no la niña,
perdida y rota,
que te amó.
Soy la que se convirtió en una perra,
para darle en la cara a su ex.
Me los follé,
en Galicia y en Madrid,
y muchas veces me gustó,
otras no.
Pero todas y cada una de esas veces,
te las dedicaba a ti.
Eso también,
cuéntaselo.
Y de paso, cuéntales,
que en algún punto del camino,
cuando ya lo daba todo por perdido,
encontré el amor.
Cuéntaselo.
Venga va,
echale cojones y cuéntaselo.